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La fe como acontecimiento, ser uno con Cristo

Prabhuji

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En el curso dictado por Heidegger entre 1920 y 1921, llamado «Introducción
a la Fenomenología de la Religión», él propone una visión bastante radical de la fe cristiana.

Para Heidegger, la fe no es simplemente un sentimiento interior, ni solo un medio para alcanzar una verdad revelada, no es un paso previo hacia algo más.

La fe, según Heidegger, es el acontecimiento, el evento, es decir, no acompaña al hecho salvífico, lo constituye.

Esta idea se enmarca en lo que él llama «la fenomenología del acontecimiento».

En el curso dictado por Heidegger
entre 1920 y 1921,

llamado «Introducción
a la Fenomenología de la Religión»,

él propone una visión 
bastante radical de la fe cristiana.

Para Heidegger, la fe no es 
simplemente un sentimiento interior,

ni solo un medio para alcanzar 
una verdad revelada,

no es un paso previo 
hacia algo más.

La fe, según Heidegger,
es el acontecimiento, el evento,

es decir, no acompaña al hecho salvífico,
lo constituye.

Esta idea se enmarca en lo que él llama 
«la fenomenología del acontecimiento».

«Ereignis» en alemán, «ereignis»,

«el evento» donde más importante 
que saber algo sobre Dios

es dejar que ese acontecimiento 
transforme la propia existencia.

Creer en este sentido
no es repetir una doctrina

o aceptar una serie de verdades,
sino entrar en la dinámica del propio evento salvífico.

Por eso

Heidegger afirma con contundencia:
«Der Glaube ist das Geschehen selbst» 

es decir, la fe es el acontecimiento mismo.

Desde esta perspectiva, cuando alguien 
cree en el Dios crucificado, 

no está simplemente contemplando
lo que ocurrió en la cruz.

Está siendo asumido por esa realidad.

Ya no mira el acontecimiento desde afuera,

sino que lo vive
desde dentro, desde su interior.

La cruz, no se recuerda, sino que se actualiza.

Y esta idea de Heidegger,

en realidad Heidegger la toma directamente de San Pablo,

quien en Gálatas 2:20 dice: «Con Cristo
estoy juntamente crucificado,

y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.
Y lo que ahora vivo en la carne,

lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó
y se entregó a sí mismo por mí.»

Este pasaje, no se interpreta como una imagen poética

para Heidegger expresa con claridad
lo que significa vivir en la fe.

Ya no se trata de un
yo separado, independiente,

autónomo, que cree algo sobre Cristo,
sino de una existencia

que ha sido transformada por él.

La fe, entonces,

no, no es un
mero complemento espiritual,

sino que es un cambio radical
del modo de ser.

¿Se entiende?

Por eso,

cuando Heidegger se acerca 
a los textos de San Pablo,

el no lo hace como un teólogo que busca
organizar doctrinas, sino que se acerca

como un filósofo que quiere captar ahí
una forma de existencia originaria.

Su interés no está en explicar

la fe desde fuera, desde el exterior,

sino en mostrar

cómo se encarna, cómo se vive, cómo,
cómo atraviesa la vida misma.

Para él,

la fe es una experiencia

que redefine la existencia desde su raíz.

¿Se entiende?

Para Heidegger,

la fe no es tener una convicción religiosa,

no tiene nada que ver con eso.

Tener fe no es mirar a Cristo

desde lejos,
sino dejarnos transformar por Él.

Observar a Cristo es entrar

en el corazón mismo del acontecimiento
que Él encarna

y permitir que esa realidad nos atraviese,
nos modifique, nos convierta, nos transforme.

Y aquí Martin Heidegger 
da un paso más cuando dice que:

«ser cristianos no se trata solo de seguir a Cristo

o de imitarlo moralmente, ser cristiano 
es ser Cristo»,

es decir, participar de manera tan intensa

en su acontecimiento, en su evento,
que uno mismo se vuelve parte de el.

La fe desde esta perspectiva, no es
un acto separado que apunta hacia una verdad.

Es el acontecimiento de esa verdad
realizándose en el ser del creyente.

Cuando una persona cree en el Dios
crucificado,

No se queda como 
espectadora de lo que ocurrió en la cruz. No.

Heidegger lo plantea así:

Esa persona entra en la crucifixión misma, 
forma parte de ese acto.

Ya no hay una división entre el sujeto que cree,
el creyente y el objeto en el que se cree y lo creído.

Se desarma por completo
la lógica de yo aquí y eso allá, sujeto, objeto.

En la fe,

el creyente no solo se acerca a lo revelado, 
se convierte en revelación.

Este giro rompe

con la forma tradicional
de pensar la relación

entre sujeto y objeto.

Si el centro de la revelación 
es el Dios crucificado,

y el creyente se une a él por medio de la fe, 
entonces desaparece toda distancia.

Sólo permanece una unidad de vida,

una identificación plena
entre el ser del creyente

y el acontecimiento divino.

Por eso Heidegger entiende la fe

como una forma de existir, no como una idea

que uno adopta o una emoción que uno siente.

Es una transformación del ser dentro,

una participación directa en lo que ocurrió

y sigue ocurriendo en la cruz.

Es dejar de vivir desde el yo habitual 
y empezar a vivir desde Cristo

como una realidad existencial.

En palabras del propio Heidegger,

el creyente se convierte en uno
con el crucificado.

La fe no se limita a modificar
lo que pensamos,

modifica lo que somos.

La teología, no debe apoyarse en los mismos métodos 
que las ciencias empíricas.

Para ser fiel a lo que estudia,

no puede buscar el mismo tipo de objetividad.

La teología parte desde la fe

y sólo desde esta
habla con coherencia de su contenido,

con un lenguaje que le es propio.

¿Y qué significa, desde esta perspectiva,
tener fe?

¿Qué queremos decir con tener fe?

Tener fe es asumir 
el acontecimiento del Dios crucificado.

Y esto no es una postura teórica
ni una convicción privada.

Es una transformación del modo de ser.

Es entrar en una forma de vida completamente distinta,

donde el creyente no sólo sigue a Cristo,

se convierte en él 
en el sentido de que participa activamente

del acontecimiento que lo define.

Heidegger no lo ve como un símbolo, 
sino como un proceso real, existencial.

El cristiano, al vivir este acontecimiento,

no se queda mirando la revelación
desde afuera,

se vuelve parte de ella.

Ya no hay un sujeto separado que recibe algo,

ni un objeto revelado
que se entrega desde fuera.

En la vivencia de la fe auténtica,

esa separación se disuelve.

Lo único que queda es revelación,

una unidad viva que envuelve todo.

Jesús lo expresa de manera muy clara
en el Evangelio de Juan, capítulo 17, verso 21,

cuando dice: «Para que todos sean uno»,
para que todos sean uno.

Y eso no es sólo una invitación a la comunión
o a la unidad como valor moral.

Está hablando de una realidad 
mucho más radical.

El creyente, al entrar en esa unidad

deja de ser simplemente un individuo separado,

independiente, aislado 
y empieza a vivir desde Cristo.

Ser uno con Él no es un resultado de la fe.

Es, de hecho, la fe misma 
cuando se realiza plenamente.

Por eso la fe no puede reducirse
a una idea que uno sostiene.

Tampoco es sólo una emoción

o una disposición interior.

Lo que el Vedanta,

los hindúes en el bhakti
llaman «sraddha» en sánscrito,

«la fe» es un modo de ser,

una transformación total
que nos une al acontecimiento de la cruz,

al punto de volvernos
parte de lo que ahí se revela.

No creemos desde el exterior, 
nos creemos desde fuera.

Nos convertimos en la revelación misma,
porque es en nosotros,

en nosotros donde esa verdad 
se encarna y cobra vida.