Prabhuji en Español
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David, Ben Yosef, Har-Zion, quien escribe bajo el seudónimo de Prabhuji, es místico avadhūta. En 2011, decidió retirarse de la sociedad y adoptar una vida eremítica de silencio y contemplación. Pasa sus días en soledad, escribiendo, pintando, orando y meditando.
Prabhuji no acepta el papel de una autoridad religiosa que, a lo largo de los años, la gente ha intentado atribuirle. Aunque muchos lo consideran un ser iluminado, Prabhuji no se presenta como un predicador, guía, coach, creador de contenido, persona influyente, preceptor, mentor, consejero, asesor, monitor, tutor, orientador, profesor, instructor, educador, iluminador, pedagogo, evangelista, rabino, posek halajá, sanador, terapeuta, satsanguista, psíquico, líder, médium, salvador o gurú. Se ha retirado de toda actividad pública y no ofrece sat-saṅgs, conferencias, reuniones, retiros, seminarios, encuentros, grupos de estudio o cursos.
Durante 15 años (1995-2010), Prabhuji aceptó las solicitudes de algunas personas que pidieron expresamente ser discípulos suyos. En el año 2010, tomó la irrevocable decisión de rechazar nuevas solicitudes. Objeta la religiosidad social, organizada y comunitaria. Su mensaje no promueve la espiritualidad colectiva, sino la búsqueda individual e interior.
Prabhuji no hace proselitismo. A través de sus declaraciones, no intenta persuadir, convencer o inducir a nadie a cambiar su perspectiva, filosofía o religión. Prabhuji no ofrece consejos, asesoría, guía, métodos de autoayuda ni técnicas de desarrollo físico o psicológico. Sus enseñanzas no otorgan soluciones a problemas materiales, económicos, psicológicos, amorosos, familiares, sociales o corporales. Prabhuji no promete milagros ni salvación espiritual. Solo habla de lo que le ocurrió. Prabhuji comparte propia experiencia fraternalmente sin intención de atraer discípulos, visitantes o seguidores. En la actualidad, escribe libros y ofrece charlas solo a los pocos discípulos y amigos que le acompañan.
Un grupo de discípulos y amigos contribuye voluntariamente a preservar la visión, mensaje y legado de Prabhuji para futuras generaciones. Según sus humildes posibilidades, cooperan en la distribución de sus libros, sitios web y videos de charlas impartidas a pequeños grupos de discípulos en el Ashram Prabhuji.
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Este podcast no es administrado por Prabhuji mismo, sino por algunos de sus discípulos y amigos, con el propósito de preservar su mensaje de sabiduría.
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El fondo del alma según Meister Eckhart: camino hacia lo eterno
Quiero hablarles sobre una figura que considero fascinante del pensamiento medieval.
Meister Eckhart.
Fue un teólogo, un filósofo y un fraile dominico.
Su obra nos invita a reflexionar.
Sobre el encuentro entre lo humano y lo divino.
Quiero hablarles
sobre una figura que considero
fascinante
del pensamiento medieval.
Meister Eckhart.
Fue un teólogo,
un filósofo y un fraile dominico.
Su obra
nos invita a reflexionar.
Sobre el encuentro
entre lo humano y lo divino.
Eckhart ofreció una visión que trasciende
las limitaciones
de la experiencia cotidiana.
Pensó
la relación con Dios
desde una perspectiva
realmente innovadora.
Este encuentro con lo divino
no puede explicarse en términos comunes.
Tampoco puede asimilarse
a las experiencias sensoriales
o intelectuales habituales.
Es una vivencia radical.
Que abre la puerta
a una realidad incognoscible.
En palabras de Eckhart,
esta experiencia implica
una transformación.
Es un momento extraordinario
que irrumpe la vida
y redefine la existencia.
El encuentro con lo divino
nos llena de confianza,
de serenidad
y entrega total.
Eckhart
afirma que este encuentro
supera los conceptos.
Sin embargo, logra describirlo
con una precisión sorprendente.
Habla de un reconocimiento
de lo trascendente,
que a la vez es íntimo y cercano.
Pero para entender mejor su pensamiento,
debemos ubicarnos en su contexto
histórico.
Nació hacia 1260
en Turingia, hoy en Alemania.
Perteneció a la Orden de Predicadores,
más conocida como dominicos.
Esta comunidad representó
un cambio significativo
en la vida religiosa del siglo 13.
No se limitaban a una vida encerrada
en monasterios.
Los frailes salían al mundo
para combinar la prédica
con la enseñanza
y la formación intelectual.
Eckhart se destacó en las tareas
administrativas de su orden.
Supervisaba comunidades dispersas
a lo largo de Alemania.
Imaginen la dificultad que implica
recorrer
grandes distancias a pie
durante implacables inviernos europeos.
Sobresalió también en el ámbito académico.
Enseñó en la Universidad de París
el principal centro intelectual
del mundo cristiano en su época.
Allí debatió, ni más ni menos,
con figuras como Alberto Magno
y Tomás de Aquino,
aunque dialogó con ellos,
el desarrolló ideas propias que desafiaron
la tradición escolástica.
El legado de Eckhart es asombroso,
aunque gran parte de su obra
se ha perdido,
lamentablemente,
la amplitud de su pensamiento es clara
en las Escrituras que sobrevivieron.
Escribió tanto en latín como en alemán.
En latín compuso comentarios bíblicos
y tratados filosóficos.
Estos textos muestran su capacidad
para integrar
la filosofía griega y neoplatónica
con la teología cristiana.
Quizá su obra
en alemán
es la más interesante.
Hablar en alemán de temas filosóficos
y teológicos
era revolucionario en su tiempo.
Esto le permitió
compartir conceptos complejos
con una audiencia más amplia,
incluyendo laicos y mujeres.
Al hacerlo democratizó
el conocimiento y ayudó
a desarrollar la lengua alemana
para expresar ideas profundas.
Un punto clave de su obra
es la unidad entre la razón y la fe.
En un tiempo donde muchos veían conflicto
entre estas dimensiones,
el sostuvo que ambas son expresiones
de una misma verdad.
No veía
una verdadera contradicción
entre la fe cristiana
y las enseñanzas de Aristóteles y Platón.
Consideraba que la filosofía enriquecía
nuestra comprensión de lo divino.
Su pensamiento sigue siendo
una fuente de inspiración
para nuestra época,
para muchos.
Eckhart exploró
a los padres de la Iglesia, especialmente
a San Agustín y al neoplatonismo.
Su capacidad para integrar
tradiciones distintas
refleja su genio y nos invita a superar
las divisiones entre distintos saberes.
Quiero destacar
un concepto clave en la obra de Eckhart
el «fondo del alma» o «Grund» en alemán.
Este término se refiere
a lo más profundo de nuestro ser.
Es una dimensión
inaccesible a las facultades ordinarias.
Es allí donde ocurre
el «nacimiento de Dios en el alma».
El concepto del Grund o «fondo del alma»
apunta a nuestro núcleo esencial.
Nos invita a explorar
un lugar de encuentro
entre el ser humano y Dios.
En las profundidades de nuestro interior.
Para Eckhart,
este espacio no es otra parte del alma,
como lo son nuestras emociones o
pensamientos.
Es el fundamento absoluto de lo que somos.
Donde desaparece
toda diferencia entre lo humano y lo
divino.
Allí tiene lugar
la unión más íntima con Dios,
sin barreras ni intermediarios.
Ahora bien.
¿Cómo podemos comprender
algo tan abstracto?
Pensemos en el Grund
como un corazón oculto del alma.
Este lugar no tiene forma ni contenido.
No está lleno de pensamientos, deseos,
ni, ni de identidad personal.
Eckhart
lo describe como un vacío puro.
Un espacio de silencio.
Imaginen por un momento
un lago completamente inmóvil.
Sin una sola onda en su superficie.
Ese silencio,
esa inmovilidad,
esa quietud.
es lo que define este fondo.
Paradójicamente,
es este vacío el que permite que Dios
se manifieste en nosotros.
En este lugar no hay distinción
entre lo manifestado y lo inmanifestado.
Es una realidad existente
en nuestras profundidades,
sin requerir méritos o acciones.
Eckhart apunta en el centro.
No se encuentra en la periferia,
sino en nuestro propio ser.
Además,
este fondo supera toda
representación, es decir,
es indescriptible e inimaginable
porque trasciende nuestra comprensión racional.
Debe ser
vivenciado directamente
en un proceso de interiorización.
Finalmente, el Grund
es tanto el punto de origen
como el de retorno.
La creación es un flujo constante
desde Dios hacia el mundo como, como,
como un río que desciende al valle.
Pero ese río debe regresar a su fuente.
El fondo del alma
es el lugar de retorno a Dios,
donde se reconecta con su origen.
Y aquí aparece una paradoja fascinante.
El Grund
es al mismo tiempo vacío y plenitud.
Es el vacío absoluto que alberga
la plenitud divina.
Nos recuerda
que la verdadera riqueza espiritual
no consiste en acumular,
en ganar, en lograr
obtener, sino en desprendernos
de toda necesidad ilusoria.
Eckhart encuentra en la paradoja
una forma de señalar
la profundidad de la relación
entre lo humano y lo divino.
Este concepto está enraizado en la
tradición filosófica y teológica.
Plotino y San Agustín
ya habían descrito ese núcleo del alma
donde lo humano toca lo divino.
Pero Eckhart desarrolló
esta idea con originalidad
y así impactó a generaciones posteriores.
Su visión inspiró a místicos
como San Juan de la Cruz
y Santa Teresa de Ávila,
ni más ni menos.
E incluso a filósofos como Schelling.
El fondo del alma
no es una teoría mística.
Nos invita a mirar
hacia nuestro interior.
A observar
las profundidades de nuestro interior,
a explorar ese espacio
de constante conexión
con lo divino.
En este fondo yace
la versión
más esencial de nosotros mismos.
Para que esto suceda, debemos
liberarnos de todo apego
y silenciar nuestras preocupaciones.
No es producto
sólo de nuestra voluntad o esfuerzo.
No...
requiere un desprendimiento absoluto
de todo lo creado.
Es como un como un campo
que debe estar limpio y preparado
para poder ser sembrado.
Solo cuando nos vaciemos
de distracciones,
anhelos, ambiciones
y deseos, estaremos listos,
preparados
para que Dios brote en nosotros.
El alma debe vaciarse completamente
para llenarse de lo divino.
Así como debemos limpiar el recipiente
para verter agua limpia,
según él,
en este fondo puro y vacío,
Dios se engendra continuamente.
No aparece y desaparece, sino que se
manifiesta en un proceso eterno.
Eckhart es un maestro de la teología
negativa.
Para él,
lo divino trasciende
todo lo que podemos decir o pensar.
Cualquier afirmación sobre Dios,
por más verdadera que parezca,
siempre será insuficiente.
Por ejemplo, al decir que Dios es Padre,
no debemos entenderlo literalmente.
Esta metáfora no está dirigida
a nuestro entendimiento.
¿Ahora bien,
qué significa esto en nuestra vida diaria?
Una gran enseñanza de Eckhart
es que no necesitamos retirarnos del mundo
para encontrar a Dios.
Lo divino puede hallarse
en cada cosa,
en cada instante.
Solo necesitamos
un corazón desapegado
y una auténtica apertura.
Esta visión no es una evasión
o un escape de la realidad,
sino una invitación a transformarla.
Nos encontramos con lo divino
en cada acto de nuestra vida cotidiana.
Lo trascendente
se integra en lo más sencillo,
lo más simple, sin separaciones
ni dualismos.
No está lejano o inaccesible.
Está presente en nosotros
y en todo lo que nos rodea.
Eckhart nos invita a ver con otros ojos
y reconocer que lo divino habita
en cada rincón de la existencia.
Las distracciones
nos alejan de la verdad esencial
que ya está presente en nosotros.
En ese espacio
donde cesan las palabras y los conceptos,
podemos vislumbrar la unidad
con lo divino.
Entonces,
descubriremos que,
lo más profundo de nuestro ser
ya es un reflejo de lo eterno.
Este encuentro
no requiere alejarnos del mundo
ni abandonar nuestras tareas cotidianas.
Por el contrario,
cada acto, por simple
y sencillo y ordinario que parezca,
puede reflejar la luz de lo eterno.
El ruido del mundo
no puede afectar nuestra conexión
con Dios,
si sabemos escucharle en el silencioso
trasfondo
donde la vida encuentra su origen
y su destino.
Eckhart nos recuerda
que el verdadero
conocimiento surge cuando permitimos
que lo más verdadero nos toque.
En ese vacío intencional
y desprendimiento radical,
la plenitud irrumpe
y Dios nace en el alma.
Al reconocer que lo divino
habita en cada instante y en cada lugar
somos llamados
a vivir con mayor conciencia.
Cuando vemos que el mundo
es un reflejo de lo eterno,
actuamos con la profundidad
que brota de este reconocimiento.
En el fondo,
Eckhart propone
contemplar la vida misma
como un acto de creación continua.
Cada momento puede ser un portal
hacia lo infinito.
Entonces descubriremos que
Dios no se encuentra fuera de nosotros,
sino que ya nos habita como nuestra raíz
secreta.
Está incluso más cerca de nosotros
que nosotros mismos.
Tal como dijera San Agustín
en Sus Confesiones tres seis
Dios es
«Interior intimo meo, superior summo meo»
es decir,
Más íntimo que mi propia intimidad,
más alto que lo más alto de mí mismo».