Prabhuji en Español

Entre la acción y la inacción: el arte de vivir según el Tao

Prabhuji Season 3 Episode 19

Send us a text

Dos textos fundamentales forman la base del taoísmo.

El primero es el Tao Te Ching, que significa el Libro del Camino y la virtud es atribuido a Lao Tsé.

Su nombre significa «viejo maestro».

Aborda reflexiones éticas y metafísicas, reflexiona sobre la vida en armonía con el flujo natural mediante principios claros y directos.

Dos textos fundamentales

forman la base del taoísmo.

El primero es el Tao Te Ching,

que significa el Libro del Camino
y la virtud

es atribuido a Lao Tsé.

Su nombre significa

«viejo maestro».

Aborda reflexiones éticas y metafísicas,

reflexiona sobre la vida

en armonía con el flujo natural

mediante principios claros y directos.

El segundo texto,

el «Zhuangzi» o «Chuang Tzŭ»,

tiene un estilo narrativo y poético.

Este último explora

el conocimiento
y las paradojas de la existencia.

Mientras uno establece fundamentos,

el otro desafía certezas

a través de metáforas.

En un capítulo que me parece

muy interesante del Tao
Te Ching de Lao-Tsé,

este plantea una de las paradojas

más complejas de la filosofía taoísta.

La relación entre la acción

y la inacción.

Me refiero al capítulo 43,

que dice textualmente

así en chino clásico:

Tiānxià zhī zhì róu, 

chíchěng tiānxià zhī zhì jiān 

«Lo más blando del mundo
vence a lo más duro.

La nada penetra donde no hay resquicio.

Por esto
conozco la utilidad de la no acción.

Enseñanza sin palabras.

Eficacia en la no acción.

Pocos en el mundo llegan a comprenderlo».

En esta sección de la obra

Lao Tze presenta

el concepto esencial del Tao.

Nos invita a reflexionar

sobre las complejidades del mundo
y la realidad.

El Tao,

por definición, es inefable

e inaprensible.

Escapa a nuestra total comprensión.

Sin embargo,

Lao-Tsé propone un sendero

para aproximarnos a este.

Es imposible descubrir el Tao

mediante acciones convencionales

o esfuerzos personales.

Lao-Tsé propone

la observación atenta.

La receptividad al entorno

y una introspección profunda.

La esencia

sólo se accede mediante la vía de la
no acción y el silencio interior.

¿Ahora,

qué significa realmente la no acción?

Esta enseñanza taoísta, aparentemente

paradójica o contradictoria,

no implica pasividad

ni indiferencia ante el mundo.

Según la Lao Tze,

la no acción

no es inactividad absoluta

ni un retiro de la vida.

La no acción es actuar sin forzar,

permitiendo que todo fluya
con naturalidad.

Lao Tze utiliza una metáfora muy poderosa

el agua,

al igual que el agua, suaviza

las rocas con su flujo sereno
y sin violencia,

la verdadera acción

no impone un orden artificial.

El agua se adapta
orgánicamente al curso natural

de los acontecimientos.

En lugar de forzar las circunstancias,

la no acción nos enseña a alinearnos

con la armonía del mundo.

Libres de las estructuras rígidas,

actuamos de manera fluida y espontánea,

sin obsesión por el control.

La auténtica sabiduría es la

capacidad de sintonizar con el mundo.

Más que dejar de actuar,

es estar presente

sin necesidad de intervenir.

El taoísmo

comparte enseñanzas con el budismo.

Por ejemplo, encontramos un concepto

afín a la no acción taoísta,

la vacuidad budista o el «sunyata».

Este principio explora

lo invisible, lo ausente,

aquello que permanece oculto más

allá de las formas.

Cuando Lao Tze menciona

el vacío en la rueda, la vasija

o la casa, no lo presenta como

como una carencia, como una falta.

Más bien lo muestra como como la base

que otorga propósito y utilidad.

Lo que parece vacío

contiene un potencial inmenso.

Aquí es donde la dualidad entre lo visible
y lo invisible

adquiere relevancia.

Lao-Tzé sugiere que

nuestra percepción se enfoca

en lo visible y accesible,

mientras que el verdadero valor,

a menudo se encuentra en lo imperceptible.

Este principio

de lo ausente

es un pilar esencial del Tao Te Ching.

La riqueza de la vida no proviene

solo de lo evidente.

Debemos cuestionar nuestra percepción

y expandir nuestra consciencia

para abarcar la totalidad que nos rodea.

En el taoísmo

la verdad no es fija ni estática,

ni tampoco absoluta.

Se despliega en el dinamismo

que no se puede ver o comprender

completamente.

El Ying y yang taoísta

representan dos fuerzas complementarias

que sustentan el equilibrio del universo

en una danza constante de interacción.

Estas fuerzas no son polaridades
en conflicto,

sino que son aspectos interdependientes
de una misma realidad.

Yin y Yang contrastan lo visible con

lo invisible,
lo tangible con lo intangible,

mostrando

que no se excluyen,

sino que se retroalimentan constantemente.

El yin

vinculado a lo oscuro, lo pasivo

y lo femenino, simboliza la muerte.

El yang asociado con lo luminoso,

lo activo y lo masculino,

representa la vida.

Estas fuerzas se complementan
y equilibran,

generando

y sustentando

todo lo que existe en el universo.

Lo fascinante

de estas enseñanzas

es que dentro de cada parte del Yin

hay una semilla del Yang y viceversa.

Esto demuestra que los opuestos

no están completamente

separados, divididos,

fragmentados,
en lo oscuro habita lo luminoso.

En lo femenino está lo masculino.

En la muerte yace la semilla de la vida.

Este principio

trasciende las grandes fuerzas cósmicas

y tiene profundas implicaciones
en nuestra vida diaria.

La vida y la muerte

están intrínsicamente ligadas.

Al igual que el yin y el yang

que se interrelacionan
y se sostienen mutuamente.

Comprender la luz requiere aceptar
la oscuridad, comprender lo activo,

implica entender lo pasivo.

Comprender la vida exige reflexionar

sobre la muerte.

Este enfoque

busca trascender visiones

reduccionistas del mundo,

ya que la realidad es más

compleja y multifacética

de lo que nuestros sentidos
pueden percibir.

El taoísmo

nos guía a mirar

tras las apariencias
y comprender que la verdad

no es fija ni absoluta.

Es un proceso dinámico que emerge

de la interacción
constante de los opuestos.

Al armonizar con estos flujos

alcanzamos una paz interna

conectada con el Tao.

Como Lao Tze dice en sus enseñanzas,

la vida no es un camino recto,

sino un flujo continuo
que se despliega más

allá de nuestra comprensión.

La verdadera sabiduría

está en la aceptación

de lo que no se puede controlar

y en la serenidad
de estar en sintonía con el Tao.

En el fluir del Tao

el equilibrio se encuentra

en la aceptación serena de lo que es,

no en la lucha.

En la aparente contradicción

entre vida y muerte,

día y noche,

inhalación y exhalación,

lo activo y lo pasivo,

descubrimos una verdad

que supera nuestras categorías limitadas.

El Tao no es un camino recto

ni un concepto que pueda atraparse

con la mente.

Es un proceso continuo,

un flujo que nos lleva

a soltar el control

y dejarnos guiar por el curso natural

de las cosas.

Al soltar expectativas

y la necesidad de imponer,

descubrimos que la sabiduría auténtica

está en la quietud.

Como el agua que suaviza la roca,

nuestras vidas se transforman
sin esfuerzo,

sino si nos adaptamos

al flujo natural del universo.

No busquemos respuestas definitivas

ni verdades absolutas.

La verdad es como la vida no es un fin,

es un proceso que se revela

en cada respiro y momento de reflexión.

La grandeza

no reside en los logros,

yace en la habilidad

de fluir con la corriente,

de integrarnos en la armonía
que nos envuelve 

sin intentar controlarla o dominarla.

El Tao nos muestra

que el vacío no es carencia, no es falta.

Es la esencia que permite
que todo funcione.

En la ausencia de control

y en la quietud del ser,

hallamos la verdadera libertad.

Es en este espacio entre la acción

y la inacción, entre el ser y el no ser,

donde encontramos el propósito

de nuestra existencia.

Al final

importa ser,

no buscar.

Ser en el Tao.

Dejemos que el flujo eterno nos guía

como el agua

que abraza y moldea la roca con suavidad.

Ser en el Tao es

respirar con la brisa que mueve las hojas,

danzar con el cambio

y abrazar cada instante como único,

no existe camino ni meta,

solo el latido del universo

resonando en nosotros.

En la quietud y el movimiento,

en la plenitud del presente,

ya somos

todo lo que necesitamos ser.