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La esencia del despertar: un legado eterno de conexión y unidad

Prabhuji

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Deseo hablar sobre aquel relámpago que iluminó en tiempos y lugares desconocidos.

Como suele suceder.

La mayoría permaneció indiferente, atrapada en los límites de sus creencias y resistencias.

Otros sintieron un deseo ardiente de alcanzar esa claridad.

Pero unos pocos.

Experimentaron una certeza inmediata.

Una conexión directa con su propia esencia.


https://youtu.be/2lyW1HeKNS0

Deseo hablar sobre aquel relámpago

que iluminó
en tiempos y lugares desconocidos.

Como suele suceder.

La mayoría permaneció indiferente,

atrapada
en los límites de sus creencias

y resistencias.

Otros sintieron un deseo ardiente

de alcanzar esa claridad.

Pero unos pocos.

Experimentaron una certeza inmediata.

Una conexión directa

con su propia esencia.

Quienes percibieron su luz

quedaron transformados.

Aquellos que acogieron esta verdad

se convirtieron en portadores
del tesoro que fue transferido

en las Sagradas Escrituras

de generación en generación

hasta llegar a nosotros.

¿Por qué las Escrituras Sagradas

nos conmueven tanto?

Porque estas

no transmiten simples palabras,

sino que contienen el Verbo vivo

que resuena
en lo más profundo de nosotros.

Cuando las leemos,

sentimos
que llegan al santuario interior

y reconocemos su mensaje
intuitivamente.

Las sílabas portan

un eco de certeza familiar

que no precisa explicación.

Sin embargo,

incluso estas escrituras,

por sublimes que sean,

tienen sus límites.

La verdad más elevada

nunca ha sido ni podrá

ser capturada en palabras,

melodías o símbolos.

No porque sea inalcanzable,

sino porque está tan cerca,

tan íntimamente

conectada con nuestra esencia,

que trasciende

cualquier descripción.

No podemos buscar

o conquistar la verdad porque

no está fuera de nosotros.

Está presente

como una quietud viva

en el centro de nuestro ser.

Está tan cerca, tan cerca,

que no, 

no puede ser objetivada
ni ni descrita con

con los términos del conocimiento
común.

Todo lo que somos

ya, ya contiene esta verdad.

Sólo necesitamos

recordarla como lo más inherente

en nosotros.

No traigo conmigo

técnicas ni metodologías.

No aconsejo
austeridades ni sacrificios.

Sino entregar

todo lo que creemos
poseer de vuelta al origen,

incluso nuestras
dudas, éxitos y fracasos.

Simplemente

sugiero dirigir

nuestra atención hacia aquella quietud

que se encuentra
en cada uno de nosotros.

En ese estado anterior,

previo a cualquier idea o concepto,

sólo queda permitir que

 lo que somos viva plenamente.

Cuando observamos la historia, es, 

es evidente

que estos despertares han sido escasos.

Por eso muchos piensan que el despertar

está reservado para unos pocos.

Aquellos santos que han dedicado
sus vidas

a disciplinas y prácticas extremas.

Pero esta creencia, amigos,
es un error.

El despertar no pertenece a una élite.

Es una posibilidad

abierta a todos, sin excepción.

Incluso a ti,

con tus limitaciones, tus desafíos,

tus debilidades,

esas limitaciones que percibes,

no son tu verdadera naturaleza.

Lo que tú eres

ya es completo, libre.

En esencia,

ya eres la fuente
de todo lo que buscas. Sabiduría,

claridad,

paz, belleza, conocimiento.

En el núcleo central de tu ser

eres la quietud plena e inmutable.

Despertar no implica

convertirse en un ser

extraordinario, un santo,

un genio creativo, una...

una celebridad o una figura destacada.

No, no, no, no. Sólo es

saber, sin lugar a duda,

que lo que eres

no está limitado a las fronteras
de la forma

en la que habitas.

Tu esencia es el espacio

donde aparece el mundo,

el marco donde se despliega
el universo.

Eres el fundamento mismo
sobre el cual el tiempo

y el espacio se despliegan.

Vivimos en un tiempo único

en el que ocurre una aceleración
en la conciencia humana.

¿Puedes sentirlo?

Un impulso

nos invita a reconocer lo que somos.

Este llamado,

no tiene barricadas reales

más que nuestras propias creencias.

Quizá el único obstáculo es

la idea de que existe un obstáculo.

Nuestra creencia
en la existencia de impedimentos

es el mayor de los impedimentos.

Si somos capaces
de soltar esta creencia.

Sólo queda

una experiencia directa, una

una conexión inmediata con

con la realidad que ya somos.

Cuando nos despegamos
de dichas creencias,

experimentamos que no hay separación.

El ser siempre está reencontrándose

consigo mismo.

Esta reunión

no es pasajera,

es una expresión continua de unidad.

Cuando descubres la unión con,

con todo lo que existe,

las barreras que creías insalvables

se disuelven espontáneamente.

La conexión con la totalidad

deja de ser una idea abstracta

y se torna tangible.

Sólo permanece

una única realidad

diversa en sus formas,

pero indivisible en su esencia.

Al permitir

que esta verdad

se manifieste,

todo cambia.

Los límites que asumías como reales

se desvanecen.

Entonces tus,

tus antiguas preguntas

dejan de obsesionarte y en su lugar

surge una certeza.

Una presencia que no necesita

explicación ni justificación.

Es simplemente

lo que eres.

Sin adornos,

sin construcciones.

Es tu esencia desnuda, eterna.

No importa cuán difíciles

sean tus circunstancias.

El despertar no depende de ellas.

Aunque no transforma

mágicamente tu realidad externa,

cambia radicalmente

tu actitud hacia esta.

Los desafíos

dejan de ser obstáculos

y se revelan como parte

del flujo natural de la existencia.

La verdad

de lo que eres no cambia.

Incluso en los momentos más inciertos.

La quietud de tu esencia
permanece firme

como un ancla en el mar tempestuoso.

Cuando reconoces que no hay separación,

cada momento se
convierte en una oportunidad.

Toda experiencia

se transforma en una expresión
de esta conexión

fundamental.

En esta unidad,

se esfuma la distinción

entre lo interno y lo externo,

solo la única realidad

viva y dinámica permanece.

Más que el final de un camino,

este reconocimiento marca

el comienzo de una experiencia
profunda.

Extiende una invitación

a vivir desde la totalidad.

Verás que la vida no
está fragmentada en instantes,

sino que es una expresión
íntegra de ti mismo.

Realizarás que no necesitas alcanzar

lo que ya eres
porque está siempre presente.

Somos la totalidad
que siempre hemos buscado.

Y en el silencio de nuestro ser

se encuentra todo lo que somos

y lo que seremos.

Solo detente.

Suelta.

Y permite que esta verdad

se revele por sí misma.