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El giro simbólico - parte 2

Prabhuji Season 3 Episode 23

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Hoy exploraremos el símbolo y el concepto en Platón y Aristóteles.

Estas figuras fundaron la tradición filosófica occidental, ofrecieron visiones divergentes y complementarias sobre la interconexión entre el lenguaje, la representación y la realidad.

Sus reflexiones plantean preguntas aún vigentes.

Por ejemplo, ¿Cómo interpretamos el mundo? 

¿Cómo damos sentido a lo que nos rodea?

Hoy exploraremos el símbolo y el concepto

en Platón y Aristóteles.

Estas figuras fundaron la tradición filosófica occidental, 

ofrecieron visiones divergentes

y complementarias sobre la interconexión
entre el lenguaje, 

la representación y la realidad.

Sus reflexiones plantean 
preguntas aún vigentes.

Por ejemplo, ¿Cómo interpretamos el mundo? 

¿Cómo damos sentido a lo que nos rodea?

Comencemos con Aristóteles.

El empleo del término griego símbola, 

que significa contrato,

señal y también convención.

En su obra sobre la interpretación 
"Peri Hermeneias", 

desarrolla su teoría del lenguaje,

en la que analiza las palabras, 

los sonidos y las escrituras

como formas de representación.

Según él,  y cito "lo que hay en el sonido son

símbolos de las

afecciones que hay en el alma

y la escritura es símbolo

de lo que hay en el sonido."

Aristóteles introduce una

jerarquía representativa.

Primero, el sonido es un intermediario

entre las experiencias

internas y su expresión externa.

Segundo, la escritura, que es una forma

visual del lenguaje, es una

representación derivada del sonido.

Esto es fascinante.

El lenguaje conecta lo sensible, 

es decir, 

lo percibido sensorialmente con lo inteligible,

es decir, lo procesado 

o comprendido en la mente.

Ahora bien.

Aristóteles llama afecciones del alma 

a los estados internos que utiliza la mente

para procesar e interpretar la realidad.

Por ejemplo, el sonido de la palabra

perro no es sólo una

vibración en el aire.

La palabra perro evoca una imagen mental del animal, 

junto con significados

asociados como fidelidad,

domesticación o compañía.

El término perro cambia según el idioma.

En inglés, es "Dog", en hebreo, "Kelev", 

en español, "perro", 

aunque los sonidos difieran,

todas estas palabras apuntan

a una misma realidad externa,

a una misma realidad objetual

 y a un mismo contenido mental.

Para Aristóteles, la realidad no puede

comprenderse directamente.

Es necesaria una mediación mental donde

el concepto de perro actúa como símbolo

natural de la esencia del animal.

Aristóteles distingue dos tipos de símbolos,

 los naturales, "kata physin"

los convencionales, "kata syntheken".

Los naturales derivan 

de la naturaleza misma de las cosas.

Por ejemplo, al observar un perro,

nuestra mente abstrae su esencia y extrae

sus características fundamentales.

Entonces, forma un concepto que encapsula

su forma y naturaleza.

Viviente, mamífero, sensitivo.

Este proceso no es arbitrario, sino 

un reflejo genuino de la realidad.

Los símbolos convencionales, en cambio,

son acuerdos sociales.

Las palabras como perro 

no tienen conexión intrínseca con lo que definen. 

Son consensos arbitrarios que varían entre idiomas.

 Para Aristóteles, aunque útiles,

las palabras son secundarias 

frente a los conceptos que representan. 

Como ya mencioné, Aristóteles organiza 

la relación entre símbolo

y realidad en una estructura jerárquica.

La escritura simboliza los sonidos.

 Los sonidos simbolizan los conceptos 

y estos simbolizan la realidad objetiva. 

Esta cadena describe

cómo construimos el conocimiento. 

resalta el papel de las estructuras

internas de la mente en las que se capta

la verdad de las cosas.

Continuemos con Platón, quien aborda 

el símbolo desde otro ángulo,

aunque con puntos en común con Aristóteles.

 En el banquete Platón utiliza el símbolo

para explorar el amor

y su papel en la existencia humana.

Aristófanes relata el célebre mito de los andróginos.

 Los humanos originales eran seres completos,

esféricos, con dos rostros, 

cuatro extremidades y una fuerza extraordinaria.

 En su orgullo,

desafiaron a los dioses. 

Para acabar con su arrogancia, 

Zeus los dividió en dos mitades.

Desde entonces, cada mitad busca 

con desesperación a su otra parte para

recuperar la unidad perdida.

El mito, aunque es una narración poética,

tiene una implicación filosófica profunda.

Nos habla de la naturaleza dual del símbolo.

 Platón nos dice que un símbolo no puede

existir de manera aislada. 

Necesita de dos componentes 

que se complementen mutuamente.

El símbolo actúa como un puente 

que reconecta y permite acceder 

a una comprensión más profunda de la realidad.

 Por ejemplo, la estrella
de David está formada 

por dos triángulos entrelazados.

Cada triángulo, por separado, es solo 

una figura geométrica, nada más. 

Juntos adquieren un significado más profundo.

Lo mismo sucede con la cruz cristiana.
La intersección entre la línea vertical y la horizontal 

genera un símbolo que trasciende

lo meramente gráfico.

Platón también reflexiona

sobre las
limitaciones del conocimiento humano.

Carecemos de acceso directo a la verdad última. 

El símbolo
conecta lo finito con lo infinito,

lo particular con lo
universal. 

Es un mediador

con una realidad que
traciende nuestras capacidades

inmediatas de
percepción. 

Platón explora este

tema en su obra El
sofista, donde distingue 

entre el signo y el
símbolo. 

Mientras que el signo

establece una
relación convencional y externa

entre dos elementos, 

el símbolo crea
una conexión basada en la complementariedad.

La realidad representada participa de
manera activa. Platón explica que una imagen,

aunque semejante a la realidad que representa,

 siempre,
siempre será distinta de ella.

Este carácter dual es similar al del símbolo. 

Coincide con
lo que simboliza, pero también

se diferencia de ello. 

Mientras Aristóteles

ve el símbolo como
un reflejo de la estructura

jerárquica del
conocimiento, 

Platón lo entiende como un puente.

Este conecta el mundo sensible con

el mundo de las ideas. 

Aunque sus enfoques son diferentes, 

no son incompatibles.
 Ambos resaltan

el símbolo como instrumento clave para

trascender nuestras
limitaciones y acceder a verdades más profundas. 

Al analizar estas ideas juntas, 

vemos que ambos filósofos
ofrecen herramientas valiosas

para entender nuestra
relación con el mundo. 

Sus reflexiones no son
meras curiosidades históricas,

nos invitan a reflexionar sobre cómo

interpretamos y damos
sentido a nuestra propia existencia.

El símbolo, en su esencia, 
conecta lo visible con lo trascendente. 

Es un
puente que une lo fragmentado

y conecta lo
particular con lo universal. 

En esa unión encontramos
claves para desentrañar los

misterios del
conocimiento humano. 

El símbolo y el concepto nos
muestran que comprender el mundo

es un diálogo constante 
entre lo percibido y lo descifrado. 

Platon y Aristoteles con perspectivas

distintas nos enseñan
que el conocimiento no es un destino fijo, 

sino un viaje entre lo tangible y lo invisible. 

El símbolo es un eco que resuena entre

las palabras y los significados, 
entre las imágenes y las ideas. 

Con las mitades de andrógino

nos invita a buscar la
unión perdida, 

a conectar con lo universal.

Nuestra comprensión es sólo una

chispa frente a la
inmensidad de lo incomprensible.

Por eso el símbolo y el concepto nos

enseñan que entender
la realidad no es reducirla,

sino abrazar su complejidad. 

Las palabras, imágenes e ideas que
usamos no son simples herramientas,

son puertas hacia
dimensiones más sutiles de

nuestra humanidad. 

No basta con interpretar el mundo,

debemos descubrir su significado
pleno, aquel que nos acerque a lo verdadero.

El símbolo nos recuerda que el
conocimiento no es posesión, sino humildad.

Extender la mano
hacia lo desconocido y reconocer

que en cada límite
encontramos un nuevo comienzo.

En esa búsqueda, quizás logremos
comprender el mundo y a nosotros mismos.