Prabhuji en Español

El misterio del yo: explorando la esencia de nuestra identidad

Prabhuji Season 3 Episode 22

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El interrogante de la identidad personal

es uno de los más
antiguos y persistentes.

Preguntas como

¿Quién soy yo?,

¿Quién soy? o ¿Qué soy?,

nos acompañan desde los albores

del pensamiento humano.

Podríamos responder con lo obvio,

un nombre,

unas características físicas,

quizás una cultura

o una nacionalidad.

El interrogante de la identidad personal

es uno de los más
antiguos y persistentes.

Preguntas como

¿Quién soy yo?,

¿Quién soy? o ¿Qué soy?,

nos acompañan desde los albores

del pensamiento humano.

Podríamos responder con lo obvio,

un nombre,

unas características físicas,

quizás una cultura

o una nacionalidad.

Pero basta profundizar un poco

para descubrir

que estas respuestas

son insuficientes.

Estas preguntas nos
conducen a explorar el yo,

ese núcleo que parece ser
el centro de toda experiencia.

Sin embargo, al examinarlo

encontramos que no es tan
claro ni tan sólido como parece.

El yo

es más que un cuerpo, una mente,

una profesión,

un oficio,

un estado civil,

o una lista de
atributos como la edad, el peso.

Es lo que articula nuestra experiencia

y posibilita
nuestra percepción del mundo.

Sentimos que el yo

es profundamente íntimo.

Pero,

¿qué es exactamente? A primera vista,

parece coincidir con

con nuestro cuerpo físico o con

con los pensamientos, con las emociones

y con recuerdos
asociados a nuestra mente.

A menudo decimos

este soy yo,

este soy yo, así soy yo,

pero si observamos con detenimiento

descubriremos que

tanto el cuerpo como la mente

son objetos de nuestra experiencia.

Piensa en esto, cuando dices

siento mi cuerpo

o soy consciente de mis

pensamientos.

Estás haciendo

una distinción.

Esto significa

que ni el cuerpo ni la mente

son el yo esencial.

Sino que son fenómenos

que ocurren,

que podemos percibir, pero no son

el sujeto último que los conoce.

Decimos mi cuerpo,

mi cuerpo, porque el cuerpo me pertenece,

pero no soy yo.

Lo mismo ocurre con

mis pensamientos,

mis ideas,

mis sentimientos

o incluso con mi alma, mi espíritu,

le pertenecen a un alguien.

Pero ¿quién es ese
alguien que siente, observa y conoce?

Descartes, en la tradición occidental,

identificó este yo
con el famoso "Cogito ergo sum", 

"pienso luego existo."

Para él,

el yo

era una sustancia pensante

separada del cuerpo.

Pero otras tradiciones,

como la Advaita Vedanta,

nos ofrecen una perspectiva diferente.

Según este enfoque,

el yo esencial no puede reducirse

a lo material o a lo mental.

Este trasciende la dualidad

de sujeto y objeto.

En la experiencia cotidiana,

esta perspectiva
parece, puede parecer abstracta,

pero tiene implicaciones profundas.

Si el yo esencial no
es el cuerpo ni la mente,

entonces todo aquello que percibimos

pertenece al ámbito de los fenómenos.

No somos los
pensamientos o las emociones.

Somos esa consciencia que observa

y conoce. Pero que no
puede ser conocida como un objeto.

Esto nos lleva

a una conclusión poderosa.

Esa consciencia no puede definirse

con categorías comunes.

No es un pensamiento ni una emoción,

ni un recuerdo.

Es aquello que posibilita

que todo sea conocido.

La conocimos de manera directa,

pero al mismo tiempo

desafía cualquier
intento de conceptualización.

Este descubrimiento
tiene consecuencias enormes,

tanto para nuestra manera de conocer

como para como vivimos.

En el ámbito del conocimiento

cuestiona las divisiones tradicionales

entre quien observa y lo observado.

Esto no significa
que el mundo desaparece,

sino que las relaciones entre nosotros

y el entorno se reconfiguran.

Nos reconocemos
como parte de una totalidad

donde sujeto y objeto coexisten

de manera interdependiente.

En el ámbito existencial esta
comprensión nos ofrece una perspectiva liberadora.

Si no estamos limitados,

no sufrimos las
restricciones del cuerpo y la mente,

las experiencias de dolor,

envejecimiento o muerte,

aunque reales

pierden su carácter absoluto.

Esto no es una negación
de nuestras vivencias humanas.

Es una invitación a verlas
desde una perspectiva más amplia.

A menudo nuestra identidad
parece una continuidad narrativa,

recuerdos del pasado,

expectativas del futuro.

Pero estos recuerdos y proyecciones

son fragmentos.

Son como piezas sueltas
que ensamblamos en una historia

mientras que el testigo permanece,

permitiendo que esas piezas sean vistas.

En palabras del Ashtavarka-gita 

na tvaṃ deho na te deho 
bhoktā kartā na vā bhavāni

"no eres el cuerpo, ni el cuerpo es tuyo,

no eres el que
experimenta ni el que actúa,

eres de la naturaleza de la conciencia,

siempre el
testigo, sin apegos, vive feliz."

Si no eres el
conocedor y no eres lo conocido,

ni el acto de conocer,

las categorías
tradicionales de sujeto y objeto

se desmoronan,

colapsan,

sugiriendo que eres una totalidad

que incluye y supera estas divisiones.

En última instancia,

realizamos que no existe un yo

que fragmente nuestra experiencia.

Descubrimos la integración

que esfuma las
distinciones entre yo aquí y el mundo allá,

yo aquí y el mundo allá,

yo aquí en el interior de un cuerpo

y el mundo allá afuera.

La otredad.

Esta unidad subyacente revela

que todo está íntimamente conectado.

La exploración del
yo o la auto-investigación,

denominada atma-vichara en sánscrito,

no es un ejercicio intelectual.

Es una invitación

a liberar nuestras
identificaciones limitantes

y a abrazar una visión más
clara de nuestra naturaleza esencial.

Así, cada
indagación nos acerca a ese núcleo,

que es el fundamento
íntimo de todo lo que experimentamos.

Reconocerse en esta totalidad

no es olvidar lo humano,

sino descubrirse como el sustrato eterno

que sostiene cada instante,

como un río que
fluye sin dejar de ser agua.