Prabhuji en Español

Descubre la Consciencia que Trasciende el Límite de las Formas

Prabhuji Season 3 Episode 20

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Desde que somos conscientes de nuestra presencia, somos testigos de un flujo
constante de estímulos que moldean nuestra experiencia diaria.

Observen por un momento, sonidos resuenan en nuestros oídos, imágenes se
despliegan ante nuestros ojos, y pensamientos fluyen en nuestra mente como incesantes ríos.

Más allá de lo que percibimos, surge una pregunta.

¿Podemos ser conscientes, no solo de lo que ocurre dentro o fuera de nosotros, sino también de la consciencia misma?

Desde que somos conscientes de
nuestra presencia, somos testigos de un flujo

constante de estímulos que
moldean nuestra experiencia diaria.

Observen por un momento,
sonidos resuenan en nuestros oídos,

imágenes se
despliegan ante nuestros ojos,

y pensamientos fluyen en
nuestra mente como incesantes ríos.

Más allá de lo que
percibimos, surge una pregunta.

¿Podemos ser conscientes, no solo de
lo que ocurre dentro o fuera de nosotros,

sino también de la consciencia misma?

Esta pregunta nos lleva
a un territorio trascendente,

donde la consciencia se reconoce a sí misma

más allá de
las formas y las apariencias.

La vida cotidiana está
moldeada por lo que llamamos formas.

Estas formas incluyen
todo lo que percibimos y sentimos.

Objetos físicos, sensaciones
corporales, pensamientos y emociones,

son esenciales para nuestra
experiencia, pero también imponen límites.

Al ser concretas y definidas,

ciñen nuestra
percepción al mundo sensible.

El problema surge cuando nos
identificamos solo con estas formas,

convirtiéndonos en prisioneros
de su naturaleza limitada y finita.

Aclaremos este punto.

A lo largo de nuestra vida,

creamos una imagen de nosotros
mismos basada en patrones de pensamiento,

recuerdos que guardamos
con reselo y emociones repetidas.

Este yo, aunque útil en muchos
aspectos, se convierte en una prisión conceptual.

Nos limita, nos condiciona y
peor aún perpetúa estados de ansiedad,

frustración y reactividad.

Cuando nuestro sentido del yo
queda atrapado en estas construcciones,

quedamos a merced de
las circunstancias externas.

Opiniones ajenas
nos afectan profundamente.

Cambios inesperados generan tensiones.

Incluso circunstancias
simples pueden estresarnos.

En este estado nuestra
existencia nos parece frágil y vulnerable.

Existe una posibilidad transformadora.

Despertar a una dimensión de la
consciencia que trasciende estas limitaciones.

Este despertar se inicia
con un reconocimiento esencial.

Somos más que las formas que percibimos

y con las que nos identificamos.

En este proceso descubrimos

que no somos sólo
conscientes de los objetos percibidos,

sino también de la
capacidad misma de percibir.

La consciencia no puede ser
limitada por categorías conceptuales.

Para reconocerla, debemos entrar 

en contacto directo con
la fuente de toda experiencia.

Las tradiciones
filosóficas y espirituales

han reflexionado sobre esta
dimensión informe durante siglos.

La meditación es una herramienta poderosa

para adentrarse en esta profundidad.

Si observamos la
constante e inevitable respiración

esta se convierte en un
puente hacia la consciencia pura.

En este momento
pueden intentarlo conmigo.

Simplemente sientan el
flujo de aire al inhalar y al exhalar.

Si enfocamos la atención

percibiermos el trasfondo

de la respiración

y comenzaremos a experimentar la
consciencia que sostiene toda la experiencia.

Cuando conectamos
con esta profundidad interior

notamos un cambio radical.

Nos liberamos del peso de las identidades

superficiales y de la
necesidad constante de defenderlas.

Desde esta conexión con lo informe

emerge una bondad de genuina,

una compasión libre
de las exigencias del ego.

Este amor no es
pasajero ni circunstancial

es una fuerza que trasciende
la dualidad entre el bien y el mal.

Para algunas
personas este despertar ocurre

espontáneamente a
menudo tras experiencias de

sufrimiento extremo.

Cuando las estructuras del yo colapsan 

lo que es eterno y sin
forma emerge con claridad.

Este proceso descrito en muchas
tradiciones como una muerte y un renacimiento,

transforma nuestra
percepción de la vida y de nosotros mismos.

No siempre es necesario
atravesar austeridades extremas,

el simple acto de estar presentes
puede abrirnos las puertas a esta dimensión.

Un antiguo maestro lo llamó

el reino de los cielos.

No es un lugar distante

ni una promesa futura,

es una realidad accesible aquí y ahora.

Este despertar

reconcilia dos aspectos
fundamentales de nuestra existencia:

el ser y el hacer.

Dejamos de vivir atrapados

en la búsqueda
constante de logros superficiales.

Descubrimos la
posibilidad de simplemente ser,

de habitar
plenamente el momento presente.

En esa queitud

nos realizamos como una
belleza que antes pasaba a desaprecibida.

Desde esta profundidad,

la vida deja de ser
una lucha para superar desafíos

y se transforma en una danza.

Entre lo amorfo y las formas.

Es un regreso a lo esencial,

donde la
consciencia se descubre a sí misma,

como una fuente
inagotable de paz, sabiduría y amor.

Al final, el misterio
de la consciencia no se explica,

se vive, es el
espacio donde el ser respira,

trascendiendo límites y formas.

Es un regreso,

un retorno,

a lo que realmente somos.