Prabhuji en Español

El Chamanismo y la espiritualidad mapuche

Prabhuji Season 3 Episode 18

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Hoy exploraremos una tradición ancestral vinculada con la naturaleza y el cosmos, el chamanismo Mapuche. 

Este sendero espiritual me conecta con mis raíces en Chile. 

Un gran saludo a esa gente maravillosa de la Araucanía, la cual tuve la oportunidad de recorrer ampliamente cuando tenía 15 y 16 años. 

Este sistema de conocimientos no se limita a rituales o creencias, conlleva una perspectiva compleja sobre el mundo y nuestro lugar en él.

Su propósito es integrar los planos materiales e inmateriales de la existencia.

Hoy exploraremos una tradición ancestral

vinculada con la naturaleza y el cosmos, 

el chamanismo Mapuche. 

Este sendero espiritual 

me conecta con mis
raíces en Chile. 

Un gran saludo a

esa gente maravillosa de la Araucanía, 

la cual tuve la
oportunidad de recorrer ampliamente

cuando tenía 15 y 16 años. 

Este sistema de conocimientos no se limita 
a rituales o creencias, 

conlleva una perspectiva
compleja sobre el mundo y nuestro lugar en él.

Su propósito

es integrar los planos
materiales e inmateriales de la existencia.

Acompáñeme a descubrir

cómo esta
cosmovisión articula el universo

y destaca el rol
fundamental de las machis en su cultura.

La cosmovisión del chamanismo Mapuche

organiza el universo en
tres niveles interrelacionados,

el Wenumapu, el Nag Mapu y el Minche Mapu.

Profundicemos en ellos.

El Wenumapu representa el plano superior,

hogar de las fuerzas ancestrales

y entidades que
encarnan cualidades esenciales.

Sabiduría, renovación y vitalidad.

Este espacio no es abstracto.

Actúa como una fuente
constante de energía positiva

que orienta y sostiene la existencia.

El Nag Mapu es el segundo
nivel donde transcurre la vida humana.

En este espacio habitamos e interactuamos

con la naturaleza,
bajo las normas del Az Mapu.

Este sistema ético regula la
convivencia y define nuestra relación con el entorno

basada en respeto y reciprocidad.

El tercer nivel, el Minche
Mapu, corresponde al plano inferior,

donde operan fuerzas
inestables y potencialmente disruptivas.

Aunque parece peligroso, resulta
esencial para mantener el equilibrio cósmico.

Estos tres planos
interactúan constantemente

para garantizar el
funcionamiento del universo.

Las fuerzas opuestas deben danzar en

armonía para
establecer un equilibrio continuo.

Este equilibrio no es estático, sino 

un proceso dinámico que
debe mantenerse activamente.

Un concepto sumamente
interesante aquí es la dualidad.

Imaginen una corriente
eléctrica con polos opuestos.

De esa tensión entre lo positivo y 

lo negativo surge la
energía vital que mueve el cosmos.

Sin embargo, al igual que la
electricidad, un desequilibrio puede ser peligroso.

Por eso, los Mapuches han desarrollado 

un conocimiento profundo
para mantener esta armonía cósmica.

Este saber no surge de
la improvisación, 

sino que se transmite
cuidadosamente de generación en generación.

Hablemos ahora del idioma Mapuzungun.

Su estructura y sonidos
reflejan una sabiduría ancestral.

No solo se utiliza para
la comunicación humana,

sino que también tiende puentes hacia
los diferentes niveles del cosmos.

Las vibraciones de vocales como la
«I», la «A» y la «O» tienen poderes especiales.

Por eso se emplean en
cánticos como el Kefafán, 

que establece vínculos con el
plano superior, el Wenumapu.

Los cantos mapuches son más que melodías.

Establecen canales
que alinean las energías

humanas con las universales. 

La precisión es clave. 

Una alteración en la entonación

podría romper esa
conexión. 

Es asombroso como un leve cambio de
tono puede tener una función tan trascendental.

La figura de la machi está
en el corazón de esta cosmología.

Las machis son
mujeres elegidas por fuerzas

superiores para
mediar entre los diferentes

planos del cosmos.

Su rol esencial va más
allá de ser líderes o curanderas.

Son llamadas mediante señales, en sueños,

visiones o eventos
especiales conocidos como

perimontún.

Es un destino que al ser aceptado
transforma profundamente a la persona.

Existen diferentes formas de
llegar a ser machi. Algunas personas nacen con

características que las marcan como
elegidas. En otros casos, el rol se hereda

En otros casos, el
rol se hereda 

dentro  de las familias
principalmente por la línea materna.

A veces, incluso
una enfermedad inexplicable

lleva a alguien a
aceptar su misión como mediadora.

Ser machi implica asumir
una responsabilidad de por vida.

No es una elección
fácil. Requiere sacrificios,

aprendizaje continuo 
y un compromiso absoluto

con la comunidad y el cosmos. 

Las ceremonias
lideradas por las machis son diversas.

Por ejemplo, el Pelotún se
usa para diagnosticar enfermedades,

manipulando objetos personales
del paciente para interpretar señales.

El Nguillatún es una ceremonia comunitaria

donde se agradece
a las fuerzas universales

y se pide equilibrio, armonía,

ambas incluyen cánticos,
danzas y el uso de hierbas medicinales

para reforzar la
conexión con los planos superiores

y fortalecer lazos comunitarios.

El chamanismo mapuche
no se limita a sus ceremonias.

La comunidad sigue
el sistema ético del Az Mapu,

que regula las relaciones
entre los seres humanos y su entorno.

Reconocen que todo
elemento de la naturaleza tiene vida

y está custodiado por los Ñen.

Estos guardianes
cósmicos deben darnos permiso

para consumir recursos naturales.

Seguir este sistema
es un recordatorio constante

de nuestra
interdependencia con el mundo natural.

En la tradición mapuche, ciertos
lugares tienen un significado especial.

Los Menocos son pantanos
donde crecen plantas medicinales únicas.

Los Trayencos son cascadas que
se consideran portales energéticos.

Interactuar con estos
lugares requiere una actitud reverente,

pues cualquier intervención
indebida puede tener consecuencias graves,

tanto materiales como cósmicas.

La parafermalia de las
ceremonias está cargada de simbolismo.

El Rewe, un tronco
escalonado que conecta los planos del cosmos,

es esencial en estos rituales.

Su diseño refleja la sabiduría y
la experiencia de la machi que lo utiliza.

El Cultrún, un tambor
ceremonial también tiene un rol destacado.

Su percusión marca
el ritmo de las ceremonias

y sincroniza las energías de los
participantes con los ciclos del universo.

El chamanismo mapuche enfrenta
desafíos significativos en el mundo contemporáneo.

La deforestación, la
expansión de actividades industriales

han limitado el acceso a
plantas medicinales y sitios sagrados.

Además, la influencia
de paradigmas occidentales

ha estigmatizado estas tradiciones,

viéndolas como supersticiones.

Sin embargo, las comunidades mapuches

han demostrado una remarcable
resiliencia a pesar de estas dificultades.

Las machis siguen siendo
guardianas de una sabiduría ancestral invaluable.

En un mundo cada vez más
desconectado de la naturaleza,

las enseñanzas mapuches
ofrecen una alternativa poderosa.

Las invitan a reflexionar
sobre nuestra relación con el entorno

y a buscar un equilibrio que sea
sostenible y profundamente respetuoso.

Al preservar este legado, no
sólo protegemos una tradición milenaria,

también nos damos la oportunidad de
redescubrir nuestro lugar en el universo.

En el corazón de la sabiduría
mapuche, late una verdad esencial.

Todo está conectado.

Solo al honrar esas conexiones,

podemos encontrar
un camino hacia la armonía.

Al concluir esta charla
sobre la Cosmovisión Mapuche,

nos queda una enseñanza profunda.

Somos parte de un entramado
universal donde todo está interconectado.

El equilibrio no es
definitivo, sino un flujo constante,

una danza entre lo
visible y lo invisible,

entre lo que damos y lo que recibimos.

Cada ser, cada elemento natural,

ocupa su lugar en este ciclo
infinito de vida, muerte y renovación.

Los mapuches nos enseñan
que el respeto y la reciprocidad

no son solo valores éticos,

sino que son principios
fundamentales para coexistir en armonía con el mundo.

Su sabiduría nos invita a
escuchar con los oídos de la consciencia

los mensajes de la tierra,
los ríos, los árboles y el viento.

Al aprender de ellos,

tal vez podamos replantear
nuestra relación con el entorno

y en ese proceso,
reconectar con lo esencial.

Si miramos más allá de
nuestra urgencia cotidiana,

descubriremos un
ritmo mayor al que pertenecemos.

Reconoceremos un
latido que resuena en el cosmos

y nos invita a
detenernos y a observar y conectar.

No somos los conquistadores del mundo,

somos sus cuidadores.

Esta sabiduría, aunque
ancestral, hoy es más necesaria que nunca.

La enseñanza más
valiosa de esta tradición

es que el equilibrio no
se impone, sino que se cultiva.

Este cultivo empieza con actos simples,

una palabra de gratitud, una
mirada atenta, un paso cuidadoso.

En el cuidado de lo pequeño
florece el germen de lo infinito.

Les dejo con estas palabras.

Cada uno de nosotros es
un hilo en este vasto tejido.

Nuestra
responsabilidad es sencilla pero inmensa.

No romperlo, sino reforzarlo

para que las
generaciones venideras encuentren en él

la misma belleza y
conexión que hoy hemos recordado juntos.