Prabhuji en Español

Trasciéndete: el sendero hacia la realidad absoluta

Prabhuji Season 3 Episode 7

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A lo largo de los siglos el tema de la iluminación ha ocupado un importante lugar en las tradiciones filosóficas, espirituales y místicas alrededor del mundo.

Esta generalmente es interpretada como un estado de conciencia o una forma de comprensión que trasciende los límites habituales del conocimiento y transforma radicalmente la percepción de la existencia. 

Ahora bien, ¿Qué significa realmente la iluminación?

A lo largo de los siglos

el tema de la iluminación

ha ocupado un importante lugar

en las tradiciones
filosóficas, espirituales y místicas

alrededor del mundo.

Esta generalmente

es interpretada

como un estado de conciencia

o una forma de comprensión

que trasciende los límites habituales

del conocimiento

y transforma radicalmente

la percepción de
la existencia. 

Ahora bien,

¿Qué significa realmente la iluminación?

Esta no presenta un logro acumulativo 

ni el resultado o el producto

de una construcción teórica,

sino

una experiencia,
una vivencia directa y pura

de la realidad en su núcleo esencial,

a la que se accede únicamente,

solamente

cuando se superan las barreras

convencionales de la percepción.

En este sentido

la iluminación
supone un tipo de conocimiento

que no se deriva

de la razón del
intelecto o del aprendizaje.

Más bien es una apertura

a la naturaleza
intrínseca de la existencia

que se revela únicamente

cuando las ataduras del
fenómeno egoico se desintegran.

Diversas
tradiciones describen la iluminación

como una vivencia
de fusión con la totalidad,

un estado en el
cual se disuelve el sentido

de un "yo"
individual o personal que observa

y define el mundo.

En el modo de
percepción habitual 

la mente humana fragmenta,
divide la realidad estableciendo

una barrera entre el observador y
lo observado, entre el sujeto y el objeto.

En la iluminación desaparece la división

entre el individuo, la
fractura entre el individuo

y el universo, y el
exterior, el sujeto y el objeto.

La estructura
dualista es trascendida 

y la consciencia se abre
a la totalidad en su forma

indivisible.

Se alcanza una
integración profunda en la que

todo y todos son
experimentados como manifestación

de una única esencia.

Un obstáculo clave en el camino hacia
la iluminación es la estructura egoica, 

la cual actúa como una barrera que limita
la percepción de la realidad en su verdadera

profundidad.

El ego entendido
como una construcción mental

que organiza y otorga
sentido a las experiencias

personales representa el núcleo de la

identidad individual

y la percepción de un yo separado,

independiente, autónomo. 

Esta identidad personal

sostenida por
los recuerdos, por la memoria

y las proyecciones
hacia el futuro, 

impide la experiencia de
la unidad universal, impide

el reconocimiento de la unidad universal.

Porque no es una
unidad que se produce, que

se crea, sino que
se trata de ser consciente

de una unidad que
siempre eternamente permanece.

Desde un punto de
vista psicológico, el ego se

constituye como un
entramado de identificación

y de apego. 

Dichas identificaciones y apegos

generan una
narrativa interna personal, 

un relato interior. 

Aunque organiza la

percepción y modula
nuestra relación con el mundo,

tambien que nos aísla, nos separa
de la totalidad de la existencia.

Las tradiciones
orientales han desarrollado

una comprensión
singular de este estado de

iluminación.

No lo consideran un simple

conocimiento elevado,
sino una transformación radical

de la percepción misma. 

Por ejemplo,
en el budismo Zen, el término Satori describe

el despertar repentino que ocurre cuando

la estructura
dualista de la mente colapsa,

creando una visión
directa y no conceptual

de la existencia.

Este despertar no se asocia

con el aprendizaje progresivo o con la

adquisición de un
conocimiento específico,

más bien implica una transformación en la relación

de la mente con la
realidad. 

En este estado

los conceptos desaparecen, se disuelven y

se experimenta una
serenidad inquebrantable

ajena a las
categorías de la lógica, el análisis

intelectual y la
actividad mental.  

 ¿Se entiende?

Si.

La doctrina budista profundiza en esta

estructura del ego
mediante el concepto de "annatman" 

o no-yo, el cual
sostiene que el yo no posee

una esencia fija
ni inmutable, sino que se

trata de una serie
de fenómenos cambiantes

que surgen y
desaparecen en el constante flujo

de la experiencia. 

 La noción de "annatman"

propone que la
identidad es transitoria, carente

de una esencia sólida, concreta o

permanente. Según el
budismo, creer en un yo permanente

causa sufrimiento, pues el apego a la

individualidad, genera deseos
y expectativas que son inherentemente

insaciables y efímeras. Al comprender la

naturaleza ilusoria del yo, el individuo se

libera de las limitaciones de esta falsa

identidad y establece
una relación pura con la realidad

desprovista de lo que
podemos llamar las distorsiones egoícas.

La noción del desapego emerge como un

principio central en el
camino hacia la iluminación.

Para el budismo, o
según el budismo, desde

una perspectiva
budista, el sufrimiento humano

proviene, surge de la creencia que el
yo necesita elementos externos para encontrar

su satisfacción y
completitud.

Generando un

ciclo interminable de
deseo y apego. 

dado que los objetos
de deseos son transitorios,

nunca pueden brindar
una satisfacción perdurable

y esto lleva al yo,
al yo separado a una búsqueda

sin fin que no puede
llenar el vacío existencial.

Muy por el contrario,
mientras más elementos adhieres o

adhiere ese yo separado,
ese vacío se expande, se agranda.

La iluminación
interrumpe este ciclo al revelar

que la paz no depende
de la satisfacción de deseos

ni de la obtención
de objetos externos, sino

que la paz reside en
la propia naturaleza de la

existencia misma.
Cabe aclarar que el desapego

profundo no implica
indiferencia hacia el mundo.

No es una apatía,
sino una independencia de

las emociones y
expectativas que habitualmente

configuran la experiencia humana.

Libres de la
identificación con los deseos y

los temores
interactuamos con el mundo sin la

compulsión de
poseer, dominar o controlar. 

Al realizar que la
identidad personal es temporal

y no puede proporcionar una satisfacción duradera,

el desapego
surge de manera espontánea y natural

y alcanzamos una
serenidad inquebrantable.

El vedanta advaita
por su parte, ofrece otra

perspectiva respecto al fenómeno egoico,

percibiéndolo como una
manifestación de "avidya" o ignorancia que

impide la comprensión
de la auténtica naturaleza

del ser, impide esa
realización de lo que realmente somos. 

En esta
tradición la iluminación es

entendida como la
disolución de esa ignorancia

y el reconocimiento
de que el yo separado no es

una entidad independiente,

sino una expresión de

Brahman, la
consciencia universal y absoluta,

que constituye el
fundamento, la base de todo lo que existe. 

Al percibir su unidad con

Brahman, la consciencia
pura y universal, 

el individuo trasciende la identificación con el ego

experimentando una
comunión total con la realidad última.

Este estado de
unión no es un conocimiento

ordinario, sino una experiencia directa y

sin intermediario
inmediata en la que toda

existencia se percibe como
manifestación de una única verdad.

¿Cómo podemos
acercarnos a esta experiencia?

En el recorrido
hacia la iluminación diferentes tradiciones,

diferentes vías de liberación han

desarrollado métodos
específicos que responden

a las particularidades culturales y

psicológicas de cada
practicante. Uno de estos métodos

promovido en la filosofía vedanta es la

autoindagación, la
autoinvestigación o atma-vichara,

un proceso mediante el cual el
individuo explora, investiga la verdadera naturaleza

de su identidad

a través de un
cuestionamiento profundo de su propio ser.

Mediante la pregunta ¿Quién soy yo?
¿Se observan los pensamientos y percepciones

que sostienen la identidad individual

La autoindagación
no persigue, no busca la

acumulación de
conocimientos, de información,

sino la eliminación de las construcciones mentales 

que obstaculizan la percepción directa

de la realidad en su estado puro. 

La autoindagación se
diferencia de otros métodos porque no exige

un esfuerzo
activo para alcanzar una meta o adquirir saberes,

solo requiere una disposición para
observar la actividad mental con desapego,

dejando que las identificaciones con el

cuerpo, con las
emociones y los pensamientos

se desvanescan de
manera natural. 

En este proceso

las creencias y
proyecciones que alimentan el fenómeno

egoico son abandonadas, 

lo cual permite 

el reconocimiento de la
conciencia pura que trasciende

cualquier limitación individual. 

En este estado de consciencia,

desprovisto de
contenido, 

el yo separado se

disuelve, se evapora en
la totalidad de la existencia.

disuelve, se evapora en
la totalidad de la existencia.

La devoción es otra vía importante, 

cuyo enfoque se
encuentra en tradiciones como el

Hinduismo, el
Sufismo, el Hasidismo. 

En ellas el individuo se
entrega a una realidad suprema

o a un principio
trascendental.

 La devoción no exige un
análisis racional de la identidad

y tampoco un
cuestionamiento del ego, 

sino que se fundamenta
en la entrega y en el amor,

la devoción hacia
lo divino. La renuncia a

la identidad
individual y la fusión en íntima

comunión con lo
absoluto permiten trascender

las limitaciones
egoicas y acceder de esta manera

a una paz independiente de factores externos.

 Esta devoción
no se limita a una veneración

superficial.

El devoto se
desprende de sus deseos y temores personales,

despertando a la
unión con una realidad superior.

Esta unión con lo
divino desvincula al individuo

de las demandas y las
limitaciones de la identidad individual,

personal, generando una dicha que

nace de su relación
con una verdad trascendental

a los fenómenos mundanos.

 La devoción no requiere una
comprensión intelectual de la realidad,

sino que una entrega
total absoluta que permite

experimentar esa
unidad, esa fusión existencial

con la existencia. 

Un aspecto crucial
de la iluminación es la no-dualidad, 

lo que en sánscrito se le
denomina "Advaita", no dos. 

En la percepción
común la mente humana divide

el universo en pares de opuestos,
tales como yo y otro, interno y externo,

bien y mal, espiritual y
material. Sin embargo, junto con la iluminación,

estas distinciones desaparecen y el
mundo se revela como una unidad absoluta.

Esta visión no-dual,

 característica de tradiciones como el
Advaita-Vedanta y el budismo zen,

reconoce una sola
esencia compartida en la base de

todo y todos. Tras todo
este mundo de formas y nombres,

se encuentra una sola naturaleza,
una sola realidad en la base de todo y todos.

La no-dualidad
implica una libertad genuina,

pues la percepción
de la realidad se despoja

de las categorías
mentales que normalmente,

comúnmente
organizan la experiencia humana.

En este estado cesa la identificación

con una identidad particular 

despertándose a una realidad en la que
todo es reconocido como una

manifestación de la misma esencia. 

La realización de la no dualidad

nos libera de las
limitaciones racionales,

permitiendo acceder a una
serenidad que no necesita de interpretaciones

ni de clasificaciones
para darle sentido a la existencia.

La iluminación también se asocia

con un estado de silencio profundo,

un reposo de la
mente en su verdadera esencia,

libre de juicios e interpretaciones.

Este silencio no implica
meramente la ausencia de sonidos,

sino una paz que la mente
se aquieta y se vuelve receptiva

a una forma de
conocimiento directo e inmediato.

En la iluminación,

el silencio se convierte

en un modo de percepción

que permite aprender la realidad

sin las
distorsiones de la mente conceptual.

En ese silencio,

donde todo cesa,

surge la plenitud

y en la unidad indivisible

como el eco eterno del universo

contemplándose a sí mismo.

Porque qué es el ser humano

sino una ventana a través de la cual

el universo se contempla así mismo.